Comentario
Del sexto rey que hobo en el Cuzco y lo que pasó en sus tiempos y de la fábula o historia que cuentan del río que pasa por medio de la ciudad del Cuzco.
Muerto por la manera que se ha contado Capac Yupanqui, sucedió en el señorío Inca, su hijo, y para el tomar de la borla vinieron, como lo solían hacer, de muchas partes número grande de gente a se hallar presentes a ello; y fueron hechos grandes sacrificios en los oráculos y templos, conforme a su ceguedad. Y cuentan estos indios que al tiempo que le fueron rasgadas las orejas a este Inca para poner en ellas aquel redondo que hoy en día traen los orejones, que le dolió mucho la una dellas, tanto que se salió de la ciudad con esta fatiga y fue a un cerro que está cerca de ella muy alto, a quien llaman Chaca, a donde mandó a sus mugeres y a la Coya, su hermana Micai Coca, la cual en vida de su padre había recibido por muger, que con él estoviese. Y cuentan en este paso que sucedió fabuloso, el cual fue que como en aquel tiempo no corriese por la ciudad ni pasase ningún arroyo ni río, que no se tenía por poca falta y necesidad porque cuando hacía calor se iban a bañar por la redonda de la ciudad en los ríos que había y aún sin calor se bañaban, y para proveimiento de los moradores había fuentes pequeñas, las que agora hay; y estando en este cerro el Inca desviado algo de su gente comenzó a hacer su oración el gran Ticiviracocha y a Guanacaure y al sol y a los Incas sus padres y abuelos, para que quisiesen declararle cómo y por dónde podrían, a fuerzas de manos de hombre, llevar algún río o acequia a la ciudad: y que estando en su oración se oyó un trueno grande, tanto que espantó a todos los que allí estaban; y aquel mesmo Inca, con el miedo que recibió, abajó hasta poner la oreja izquierda en el suelo, de la cual le corría mucha sangre; y que, súpitarnente, oyó un gran ruido de agua que por debajo de aquel lugar iba; y que, visto el misterio, con mucha alegría mandó que viniesen muchos indios de la ciudad, los cuales con priesa grande cavaron hasta que toparon con el golpe de agua que, habiendo abierto camino por las entrañas de la tierra, iba caminando sin dar provecho.
Y prosiguiendo con este cuento, dicen más, que después que mucho hobieron cavado y vieron el ojo de agua hicieron grandes sacrificios a sus dioses, creyendo que por virtud de su deidad aquel beneficio les había venido; y que con mucha alegría se dieron tal maña que llevaron el agua por medio de la ciudad, habiendo primero enlosado el suelo con losas grandes, sacando con cimientos fuertes unas paredes de buena piedra por una parte y por otra del río; y, para pasar por él, se hicieron a trechos algunos puentes de piedra.
Este río yo lo he visto y es verdad que corre de la manera que cuentan, viniendo el nacimiento de hacia aquella sierra. Lo demás, no sé lo que es, más de escribir lo que sobre ello cuentan; y bien podría ser algún ojo de agua metido en la mesma tierra sin ser visto ni oído el ruido del agua, hechal[l]o por la ciudad como agora lo vemos; porque en muchas partes deste gran reino van o corren ríos grandes y pequeños por debajo de la tierra, como ternán noticia los que por los llanos y sierras dél hubieren andado. En este tiempo muladares grandes hay por la orilla deste río, lleno de inmundicias y bascosidades lo que no estaba en tiempo de los Incas, sino muy limpio, corriendo el agua por encima de las losas dichas; y algunas veces se iban a lavar los Incas con sus mugeres; y en diversas veces han algunos españoles hallado cantidad de oro, no puro sino en joyas menudas y de sus topos que dejaban o se les caían cuando se bañaban.
Después de pasado esto Inca Roca salió, a lo que dicen, del Cuzco a hacer sacrificios, procurando con grandes mañas y buenas palabras atraer a su amistad las gentes que más podía; y salió y fue hacia lo que llaman Condesuyo; a donde, en el lugar que llaman Pomatambo, tuvo una batalla con los naturales de aquellas comarcas, de la cual quedó por vencedor y señor de todos; porque, perdonando con muchas liberalidades y comunicando con ellos sus cosas grandes, le tomaron amor y ofrecieron a su servicio obligándose de le acudir con tributos. Después de haber estado algunos días en Condesuyo y visitado los oráculos y templos que hay por aquellas tierras se volvió victorioso al Cuzco yendo dél indios principales guardando su persona con hachas y alabardas de oro.
Tuvo este Inca muchos hijos y no hija ninguna; y habiendo ordenado y mandado algunas cosas grandes y de importancia para la gobernación murió, habiendo primero casado a su primogénito, que por nombre había Inca Yupanqui, con una señora natural de Ayarmaca, a quien nombraban Mama Chiquia.